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¿Igualdad o libertad?, opinión de Carolina Castellanos

Aún tenemos libertad de expresión, que es fundamental para vivir plenamente, pero somos juzgados si nuestra opinión no es del parecer de la mayoría.

Los gobiernos de izquierda, a lo largo y ancho del planeta, pregonan por la igualdad. Insisten una y otra vez en esto. Con ese irreal e iluso “convencimiento”, una vez sentados en “la guayaba”, empiezan a regalar casas, comida, juguetes, estufas y quién sabe qué más, a los menos favorecidos. Inauguran un chorrito de agua por aquí, un diminuto puente por allá y se toman fotos con los niños que viven en pobreza.

Esa retórica de la igualdad, irreal e imposible de alcanzar, ha servido para convencer a ese sector de la población de la “injusticia” que estas diferencias representan. Esa “promesa” torcida queda en el olvido una vez les ponen la banda presidencial.

La igualdad es imposible de lograr. Como dijo alguien, ni los dedos de la mano son iguales. Ante esta obvia realidad y la imposibilidad de lograr igualdad entre todos, la arrogancia y el engaño se imponen y dictan las acciones durante cada periodo presidencial. Lamentablemente, la historia se repite cada cuatro años. El periodo actual no es la excepción, por mucho.

¿Por qué es tan difícil convencer a los votantes de que es más importante que seamos libres que iguales? Pienso que es porque no hemos educado en cuanto a la importancia de serlo.

Queremos menos “oficinas”, menos leyes y reglamentos para que puedan concentrarse en lo más importante de todo: proteger la vida, la propiedad y la libertad.

Por ejemplo, el pago de impuestos en Guatemala, y en muchísimos países más, castiga a los “ricos” imponiéndoles tasas más altas que al resto, en vez de imponer un mismo porcentaje para todos. Obviamente, los “ricos” pagarán más pues su riqueza es mayor. Pero el resentimiento y la envidia dictan los actos de quienes, en su mayoría, no han generado un solo empleo.

Queremos ser libres para vivir en donde queremos, pero las condiciones y calidad de vida no son las mejores en muchas partes del país. Eso obliga a migrar a las urbes o al “norte”. Queremos elegir a nuestros gobernantes, pero nos ponen a votar en unos listados llenos de nombres. Queremos tener una vida plena pero la inseguridad es alta y eso nos lo impide. Aún tenemos libertad de expresión, que es fundamental para vivir plenamente, pero somos juzgados si nuestra opinión no es del parecer de la mayoría.

El gobierno es cada vez más grande. Esto implica más “dependencias” (oficinas) para imponer reglas y castigos por incumplimiento. Tenemos “ministerios” con sus caros viceministerios. También hay secretarías, subsecretarías, administraciones, agencias y cuanto nombre se les ocurre, para justificar miles de empleos improductivos que dictarán las reglas para coartar, aún más, nuestra libertad.

Queremos menos “oficinas”, menos leyes y reglamentos para que puedan concentrarse en lo más importante de todo: proteger la vida, la propiedad y la libertad.

La opinión de este artículo es ajena a Noticiero El Vigilante