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Tecnología, economía, energía y el declive de la cultura woke en la era Trump, opinión de Melanie Mullers

Donald Trump, en su discurso inaugural, delineó una agenda ambiciosa centrada en la innovación tecnológica, el fortalecimiento de la economía nacional y una revisión drástica de las políticas energéticas. Al mismo tiempo, señaló su intención de desmantelar la influencia de la cultura woke.

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Trump destacó la necesidad de que Estados Unidos mantenga su liderazgo global en innovación tecnológica. Subrayó el papel de la inteligencia artificial, la biotecnología y la exploración espacial como motores del crecimiento nacional, reiterando su compromiso de llevar una misión tripulada a Marte con el apoyo de empresas como SpaceX.

Woke – Wikipedia

Además, señaló que la ciberseguridad será una prioridad estratégica, enfocándose en proteger infraestructuras críticas de amenazas internacionales. En un claro mensaje a las empresas tecnológicas, Trump instó a que la innovación se alinee con los intereses nacionales, poniendo énfasis en la seguridad y la soberanía digital.

En términos económicos, el presidente reafirmó su postura de nacionalismo económico con medidas destinadas a fortalecer la industria nacional. Uno de los anuncios más destacados fue la imposición de aranceles del 25 % a las importaciones provenientes de Canadá y México, buscando incentivar la producción local, reducir la dependencia de bienes extranjeros y presionar a México para que tome acciones más contundentes en la trata de personas, de niños, órganos y de fentanilo hacia Estados Unidos.

Trump también criticó las políticas fiscales de administraciones previas y prometió un enfoque renovado en el empleo, la capacitación laboral y la recuperación de sectores industriales estratégicos. Este modelo económico busca reducir la desigualdad mediante el fortalecimiento de la clase trabajadora, aunque su efectividad dependerá de la implementación práctica.

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El sector energético será un pilar fundamental de esta nueva administración. Trump declaró una “Emergencia energética nacional”, anunciando el incremento en la producción de petróleo y gas mediante tecnologías como el fracking, buscando lograr la independencia energética total de Estados Unidos. Anunció la retirada del país del Acuerdo de París, argumentando que las restricciones internacionales perjudicaban la competitividad económica de Estados Unidos. Asimismo, se eliminarán los subsidios a vehículos eléctricos y se priorizará la inversión en energías tradicionales, como el carbón y el gas natural.

Esta nueva era será un periodo de profundas transformaciones para Estados Unidos, con implicaciones tanto nacionales como globales.

Aunque estas medidas generarán empleo y reducirán costos energéticos a corto plazo, podrían complicar los esfuerzos globales de sostenibilidad ambiental.

El discurso de Trump marcó también un giro en las políticas sociales, con la intención de desmantelar lo que denominó como “La tiranía de la cultura woke”. Una de las primeras medidas será el reconocimiento oficial de únicamente dos géneros, masculino y femenino, a nivel federal, basándose en criterios biológicos.

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También anunció la eliminación de programas de diversidad, equidad e inclusión en agencias gubernamentales, argumentando que estas iniciativas fomentan divisiones en lugar de promover la unidad nacional. Según Trump, su administración buscará unificar a los estadounidenses bajo principios tradicionales, dejando de lado debates ideológicos polarizantes.

En el ámbito internacional, Trump propuso una postura más audaz. Su intención de renegociar acuerdos estratégicos, recuperar el control del Canal de Panamá y renombrar el Golfo de México como “Golfo de América” son ejemplos de un enfoque más nacionalista que busca proyectar la fuerza estadounidense en el escenario global.

La agenda de Trump plantea un enfoque integral que combina avances tecnológicos, nacionalismo económico y una política energética pragmática. Sin embargo, el alejamiento de las políticas progresistas asociadas a la cultura woke promete ser uno de los elementos más divisivos de su administración.

Mientras que sus partidarios celebran este cambio como un retorno a los valores tradicionales, sus detractores advierten sobre posibles retrocesos. Lo que queda claro es que esta nueva era será un periodo de profundas transformaciones para Estados Unidos, con implicaciones tanto nacionales como globales.