En virtud de un tratado de 80 años de antigüedad, Estados Unidos y México comparten las aguas del río Colorado y del río Grande, respectivamente. Sin embargo, debido a la grave sequía y a las altas temperaturas, México se ha retrasado mucho en el suministro, lo que pone en grave peligro la capacidad del país para cumplir sus obligaciones.
Es un argumento difícil de aceptar para los agricultores del sur de Texas, que también sufren la escasez de lluvias. Dicen que la falta de agua procedente de México los está llevando a una crisis, dejando el futuro de su agricultura en la cuerda floja
Ambos países se enfrentan a la perspectiva de otro verano largo y caluroso, y muchos tienen puestas sus esperanzas en una tormenta que haga crecer los ríos mexicanos afectados por la sequía. Sin embargo, expertos afirman que rezar para que llueva es una estrategia arriesgada y cortoplacista frente a un grave problema a largo plazo.
En virtud de un tratado de 1944, México está obligado a enviar a EE.UU. 1,75 millones de acres-pies (equivalente a 2.159 kilómetros cúbicos) de agua cada cinco años desde el río Grande, y EE.UU. a enviar a México 1,5 millones de acres-pies (unos 1.900 kilómetros cúbicos) de agua al año desde el río Colorado.
Un acre-pie es agua suficiente para inundar un acre (equivalente a 0,4 hectáreas) de tierra a un pie (0,3 metros) profundidad. Se trata de una enorme cantidad de agua intercambiada entre los dos países: aproximadamente 1.800.000 de litros de EE.UU. al año y unos 2.100.000 de litros de México cada cinco años.
Al igual que el acuerdo sobre el río Colorado entre los estados del suroeste de EE.UU., el tratado entre México y EE.UU. calculó la disponibilidad de agua basándose en datos de la primera mitad del siglo XX. Preveía sequías a corto plazo, pero no megasequías plurianuales.