Cuando el presidente Trump anunció por primera vez los altísimos aranceles del 31% a Suiza, donde se fabrica la gran mayoría de los relojes de lujo del mundo, detonó maniobras defensivas inmediatas en la industria de la horología. El proveedor de un distribuidor de relojes vintage tomó un vuelo de emergencia con un enorme alijo de piezas, mientras que los minoristas modernos se abastecieron de inventario, temiendo nuevos desafíos en el abastecimiento de productos. El pánico se calmó cuando la administración Trump puso una pausa de 90 días en los aranceles más punitivos, pero hemos sabido que las marcas todavía están respondiendo al impuesto restante del 10%. La conclusión es que los relojes más deseados del mundo están a punto de encarecerse.

Los relojes son, por supuesto, artículos de lujo: nadie necesita un pequeño cronómetro mecánico atado a la muñeca. Pero las repercusiones de la política comercial de Trump se dejarán sentir no solo en los consumidores estadounidenses, sino también, dependiendo de lo que haga para frenar la demanda, en los propios fabricantes (y minoristas) de relojes. De momento, si quieres hacerte con el último Submariner, Speedmaster o Tank, tendrá que ahorrar un poco más.
