Con frecuencia es difícil distinguir entre noticia y opinión.
Es reconocido que el auténtico periodismo tiene por intención y ética la imparcialidad en la información de los hechos; la objetividad sería el norte que guía a quienes reportan las noticias. La revista Columbia Magazine publicó un artículo titulado ¿Es posible la objetividad en el periodismo? (2022), que recoge ideas discutidas en un panel organizado por la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. El periodista Wesley Lowery, ganador del Premio Pulitzer en 2016, comentó que “el acto de periodismo, sin importar cuanto se fetichice la idea de objetividad, requiere una serie, una pirámide, de toma de decisiones subjetivas”. Estas decisiones, sostiene Lowery—qué publicar, en qué invertir recursos, a quien citar—se ven limitadas por las personas que las toman y los intereses que sirven. “En la historia del periodismo estadounidense”, dice, “estas decisiones han sido tomadas casi exclusivamente por hombres blancos de clase alta”. Es decir, Lowery sostiene que la “realidad” es tan solo una interpretación que obedece a intereses de clase y raza.
Aspirar a objetividad periodística es esencial en un vasto ecosistema repleto de opinión.
Otro panelista, el historiador David Greenberg, propone que dar igual peso a argumentos opuestos independientemente de su validez o sensatez puede ser una trampa peligrosa. Lewis Raven Wallace comentó durante el panel que “la objetividad está muerta y me parece bien”. Acostumbraba a suprimir sus juicios morales en nombre de la neutralidad, pero desde que Trump ganó la elección en 2016, cambió de opinión. “Si publicamos dos historias sobre las mentiras que dice Trump ¿es necesario publicar una tercera sobre algo bueno que hizo?” Masha Gessen del New Yorker va más lejos; “la objetividad es un estilo que desde el principio de la presidencia de Trump ha servido para normalizar cosas que no debieran ser normalizadas”.
La falta de objetividad y marcado sesgo de los medios más influyentes de EE. UU., en su mayoría para descalificar a Trump y proteger a Harris, es palpable. La periodista Margaret Brenner del connotado programa Face the Nation de la cadena CBS entrevistó a J.D. Vance, el vice presidenciable republicano. La entrevista fue editada después de la grabación; al minuto 7:07 la entrevistadora interrumpe para “aclarar” que lo que acaba de decir el entrevistado, candidato a la vicepresidencia, es falso. Joe Rogan tiene el podcast número uno en EE. UU.; en uno de sus episodios elogió a la excongresista Tulsi Gabbard. La cadena MSNBC editó y publicó video de Rogan, anteponiendo el nombre de Kamala Harris a los elogios hechos a Gabbard. Esto sería “periodismo”.
El pasado domingo se realizaron elecciones en dos estados de Alemania en las que el partido AfD (Alternative für Deutschland) obtuvo el primer lugar en Turingia con 33% del voto y el segundo en Sajonia con 31%. Un renombrado periódico británico, The Guardian, “informó” que “el resultado marca la primera ocasión desde el período Nazi, que un partido de extrema derecha gana una elección estatal”. Su objetividad ignora el hecho que el partido Nazi se llamaba Partido Nacional Socialista de los Trabajadores. No debe extrañar, ya que Wikipedia describe al AfD como de “extrema derecha del ala derecha populista, considerada del ala radical, un subconjunto de la extrema derecha”.
“Aspirar a objetividad periodística es esencial en un vasto ecosistema repleto de opinión, promoción y partidismo”, sostiene Greenberg. La noticia es, o idealmente sería, diferente a la opinión; con demasiada frecuencia es difícil distinguir entre ambos. Hay medios más objetivos y otros menos; es tarea del consumidor de noticias detectar la diferencia.
La opinión de este artículo es ajena a Noticiero El Vigilante