Desde niños nos obligaban, en el centro de estudios, a aprender de memoria el Himno Nacional. Lo hicimos pues era una exigencia. Con el paso de los años, muchos hemos llegado a querer y respetar cada estrofa. Para mí, esto es parte de nuestra identidad como chapines que somos.
Sin embargo, con demasiada frecuencia esa faz es escupida por quienes se creen superiores al resto de nosotros, “el pueblo”. Lamentablemente, son los mismos políticos quienes más la escupen aún habiendo juramentado frente a la bandera y con una mano sobre la Constitución.
El “Ejecutivo” es el más presto a romper el juramento. Siendo funcionarios individuales, nombrados a dedo y asignados a una dependencia u oficina por allí, tienen el poder en sus manos. Los llaman “señor ministro, señora secretaria” y muchos otros adjetivos que denotan autoridad y mando. Sin embargo, con las excepciones, que las hay por allí, son los clásicos burócratas que se les sube el puesto a la cabeza, abusan del poder, corrompen, roban. Escupen la faz.
Pasamos al “Legislativo “, otro reducto de favores y componendas, nuevamente con las pocas excepciones que hay. El título los embriaga. Si tienen un cargo o nombramiento, más allá de ser un diputado más, tendrá carro, oficina, secretarios, asistentes y más ingresos que los comunes mortales del hemiciclo.
El “Judicial” es una maraña de personas que han jurado impartir justicia, defender el cumplimiento de la ley y ser “justos”. Pero la sindicalización que los protege, las dádivas y los favores que hacen a cambio de retorcer la letra muerta de la legislación y cualquier otra deuda o compromiso, impiden y coartan la convivencia pacífica pues el más buzo” o “el mejor conectado”, logrará su libertad sin haber puesto un pie en la cárcel. Nuevamente, hay excepciones.Aún así, el resto de nosotros tratamos de vivir en paz. Cumplimos con nuestras obligaciones laborales, familiares y de cualquier otra índole lo mejor que podemos. Definitivamente nos quejamos de todo esto y más, pero no escupimos la faz del país que nos vio nacer, nos da un lugar para vivir y un complemento a nuestro nombre: “soy guatemalteco, soy chapín”.
Feliz celebración de esta independencia que nos cuesta tanto. Que esta conmemoración sirva para ya no escupir la faz que nos cobija y nos da identidad.