El cardenal Robert Francis Prevost Martínez resultó electo el pasado jueves, como todo mundo sabe ya, como el Papa número 267 de la Iglesia Católica, bajo el nombre de León XIV. Será el primer papa de origen estadounidense y el segundo proveniente del continente americano. Al respecto, es útil recordar que Estados Unidos ocupa la cuarta posición en cuanto a población católica en el mundo, con más de 72 millones de fieles (un 20 % de su población). En cierto sentido, Prevost es también un cardenal latinoamericano debido a los muchos años que pasó como misionero en Perú, desde 1985. Además, tiene su propia segunda nacionalidad peruana.

En buena medida, su entronización a San Pedro, se produjo de la mano y bajo la guía del difunto papa Francisco, quien lo designó obispo de Chiclayo, en el Perú, en 2015. Luego, lo cambió para dirigir la estratégica oficina episcopal de El Vaticano en 2023, cuando comenzó una meteórica carrera en la burocracia vaticana. Fue elevado a la categoría de cardenal casi a fines de 2023. Al respecto, 80 % de los cardenales que participaron en el cónclave fueron designados por el propio papa Francisco. En tal sentido, su nombramiento apenas debería sorprender. Fue una ficha que el papa Francisco pulió y movió para lograr tal propósito.

Por eso es visto ya como una figura que favorecerá la continuidad de las reformas de Francisco en la Iglesia católica. Es un continuador de la obra bergogliana, más bien discursiva que de hechos reales y sustanciales. Al respecto, Bergoglio fue más bien un buen demagogo, pero un mediocre administrador y concretador de cambios.
La elección del nombre de nuevo papa, León XIV, remite a León XIII, quien concretó la llamada Doctrina Social de la Iglesia Católica en su encíclica Rerum Novarum («de las cosas nuevas», «De los cambios políticos» o «Sobre la situación de los obreros»), en 1891. Su objetivo fue detener la descristianización de los sectores obreros. También se propuso oponerse al socialismo y al liberalismo laissez-faire y abordar las desigualdades del entonces floreciente capitalismo industrial.

Su papel como continuador de la “obra” de Bergoglio y de dar un nuevo enfoque social a la Iglesia (frente la revolución digital que atraviesa el mundo), ha sido explícitamente reconocido por León XIV en sus primeras apariciones públicas tras su elección. En tal sentido, creo que lo que veremos en el trono de San Pedro en los próximos años será una versión más o menos actualizada del populismo latinoamericano de Bergoglio.
Vayamos pues abandonando la ilusión de que será una voz crítica ante las autocracias que se multiplican en los cinco continentes. En Iberoamérica están vaciando de sentido y de significado al Estado de Derecho y a la democracia liberal. Como Bergoglio, usará oportunamente esas autocracias y a sus dirigentes para hacer avanzar sus propios posiciones. Sin una postura clara ni real contra ellas, veremos pues, más bien una conciliadora cohabitación de León XIV con los regímenes de izquierda autoritarios y corruptos de Iberoamérica. En fin, nada que no hayamos visto en los doce años del pontificado de Jorge Bergoglio.
Aunque el acento y las particularidades de su pontificado están por verse, una vez que asuma oficialmente el próximo 18 de mayo, en lo particular no avizoró un cambio sustancial a esta línea. No prevé una mayor cercanía y alianza hacia los sectores que promueven el libre mercado, que buscan una «comunidad libre y próspera», como señaló en su momento Ludwig von Mises.
Si como señalan sus tempranos corifeos, León XIV busca ser un papa de la paz y la conciliación, entonces, ojalá Prevost leyera al Frédéric Bastiat de “Armonías Económicas” (1858). Esto evitaría que termine aliado y de comparsa de la izquierda carnívora que devora las entrañas de nuestra región, tal como desgraciadamente lo fue Francisco:
“Tengo completa fe en la sabiduría de las leyes providenciales, y por esto la tengo en la libertad. La cuestión es saber si tenemos libertad. La cuestión es saber si esas leyes obran en su plenitud, si su acción no está profundamente turbada por la acción opuesta de las instituciones humanas (…) Para que las leyes providenciales sean armónicas, necesitan obrar
libremente; sin esto no serían armónicas por sí mismas. Cuando observamos un defecto de armonía en el mundo, no puede corresponder sino a una falta de libertad, a la ausencia de la justicia. Opresores, expoliadores, enemigos de la justicia: vosotros no podéis entrar en la armonía universal, porque sois los que la turbáis”.

Victor H. Becerra
Presidente del Think tank México Libertario y del Partido Libertario Mx (en proceso). Es miembro del board de la Alianza Internacional de Partidos Libertarios. Ha fundado un gran número de organizaciones liberales en México y América Latina desde el año 2003. Participa regularmente en diversos medios.