La Iglesia, como comunidad de fe, debe centrar más su atención en la niñez, ya que son el futuro y la esperanza de su crecimiento espiritual. Al proporcionar espacios de enseñanza, apoyo emocional y formación ética desde temprana edad, se siembran los valores que guiarán sus vidas. Es esencial que las nuevas generaciones no solo aprendan sobre la fe, sino que también desarrollen una conexión personal con ella, para que puedan enfrentar los desafíos del mundo moderno con una base sólida en sus creencias y principios morales.