La crisis política en Alemania, que estalló el miércoles por la noche con el colapso del gobierno de coalición liderado por el canciller Olaf Scholz, se suma a una serie de tensiones económicas que ya estaban afectando al país. El debilitamiento del gobierno socialdemócrata, en coalición con los Verdes y los liberales (FDP), abre la puerta a unas posibles elecciones anticipadas a principios de 2025, lo que incrementa la incertidumbre política y económica en un momento delicado para Alemania y Europa.
Uno de los sectores más afectados por esta crisis política es la industria automotriz alemana, con gigantes como Volkswagen (VW), BMW y Mercedes-Benz enfrentando una serie de dificultades tanto internas como externas.
La fabricación de autos en China se ha convertido en una estrategia clave para muchas marcas alemanas. Las plantas chinas no solo abastecen al mercado local, sino que también exportan vehículos a otras regiones del mundo. Esto se debe a los costos de producción más bajos en China.
Sin embargo, esta dependencia de China también está generando tensiones. En primer lugar, hay preocupaciones sobre la calidad y la competencia desleal, ya que las empresas chinas de automóviles, respaldadas por su gobierno, están ganando terreno rápidamente, tanto en el mercado interno chino como en el global.
Esta sacudida llega en el peor momento para la primera economía europea, inmersa en una grave crisis industrial automovilística y preocupada por las repercusiones que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca tendrán en su comercio y su seguridad.