Con sus seis caras, cada una dividida en nueve pequeños cuadrados de colores, el cubo de Rubik’s parecía un simple juguete. Sin embargo, bastaba con girarlo una sola vez para descubrir la complejidad detrás de sus movimientos. Era mucho más que un objeto para entretener; era un desafío intelectual y una obra maestra del diseño mecánico.
En 1974, en un pequeño departamento de Budapest, Ernő Rubik trabajaba incansablemente en su proyecto. El objetivo original no era crear un juguete, sino desarrollar un modelo que ayudara a sus estudiantes a entender los principios del espacio tridimensional.
El inventor de esta maravilla, Ernő Rubik, un arquitecto y profesor de diseño húngaro, jamás imaginó que su creación se convertiría en un fenómeno global. Lo que nació como una herramienta pedagógica para enseñar a sus alumnos sobre geometría tridimensional y movimientos espaciales, se convirtió en un rompecabezas que desconcertaría a millones.
Cincuenta años después de su invención, el cubo de Rubik’s continúa ubicándose como un ícono de la cultura popular, que desafía a personas de todas las edades y habilidades.