En primer lugar, la vitamina D es un nutriente que puede influir directamente en la forma en que el cuerpo maneja las grasas. Este compuesto ayuda a regular el metabolismo, un proceso esencial para la quema de calorías y la utilización de energía.
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Además, se ha señalado que la deficiencia de vitamina D podría estar relacionada con un mayor riesgo de obesidad, lo que subraya su importancia en el mantenimiento de un peso saludable.

Entre las principales fuentes de vitamina D se encuentran la exposición al sol, el consumo de pescados grasos como el salmón y la caballa, el hígado, la yema de huevo y alimentos fortificados, como ciertos productos lácteos y cereales. Incorporar estos alimentos en la dieta puede ser una estrategia efectiva para garantizar niveles adecuados de este nutriente.

La vitamina B12, parte del complejo de vitaminas B, es fundamental para la producción de energía en el cuerpo. Según los especialistas, una deficiencia de esta vitamina puede provocar fatiga, lo que podría dificultar la realización de actividades físicas, un componente esencial en cualquier plan de pérdida de peso. Mantener niveles óptimos de vitamina B12 no solo favorece la energía, sino que también apoya el metabolismo de los carbohidratos y las grasas.

La vitamina C es conocida por su impacto positivo en la salud general y la función inmunológica, pero también puede ser un aliado en el proceso de pérdida de peso. Según lo informado por diversos e análisis, este nutriente ayuda a reducir el estrés y la inflamación en el cuerpo, factores que pueden interferir con el metabolismo y la quema de grasas.

Además, la vitamina C es esencial para la síntesis de colágeno, lo que contribuye a la salud de los tejidos y la recuperación muscular tras el ejercicio.