Cada estado tiene una cantidad concreta de votos electorales, aproximadamente acorde con el tamaño de su población.
California cuenta con la mayor cantidad, 54, mientras que un puñado de estados escasamente poblados como Wyoming, Alaska y Dakota del Norte (y la capital del país, Washington DC) tienen tres.
Salvo muy pocas excepciones, cada estado otorga todos sus votos del Colegio Electoral al candidato que haya ganado en su territorio; esto es, el que haya logrado la mayoría del voto popular a nivel estatal.
Por ejemplo, si un candidato gana el 50,1% de los votos en Texas, se le otorgan los 40 votos electorales de ese estado.
Un candidato que ganara un estado por una mayoría aplastante obtendría la misma cantidad de votos electorales que si se hubiera impuesto por un solo sufragio.
Sí. Es posible ganar las elecciones sin haber obtenido la mayoría a nivel nacional, solo por haberse impuesto en algunos estados clave.
Es lo que le ocurrió al republicano Donald Trump en 2016, quien se proclamó ganador a pesar de que obtuvo casi tres millones de votos menos que su rival, la demócrata Hillary Clinton.
Y en 2000, el republicano George W. Bush derrotó al demócrata Al Gore a pesar de que el este último lo superara en medio millón en el voto popular.
Solo otros tres presidentes han sido elegidos sin ganar el voto popular, todos ellos en el siglo XIX.