El pasado domingo 15 de septiembre, celebramos 203 años de independencia. Dejamos de responder a los dictámenes de otros para construir nuestro propio destino.
Por la tarde del sábado 14 tuve la mala suerte de quedar atrapada en la Calzada Roosevelt. Lo que vivimos allí (éramos cientos de carros, motos, buses de transporte urbano y camiones), fue un auténtico salvajismo.
Había varios cientos de jóvenes corriendo entre los carrilesy lanzando bolsas con agua hacia los carros y las camionetas. No siendo suficiente, los “pick-ups” llevaban diez o más personas en la “palangana” haciendo lo mismo. No hace falta explicar el riesgo que corrimos todos, incluyendo a los salvajes que corrían y lanzaban las bolsas.
La ausencia de la autoridad era evidente. A lo largo de toda la calzada, en ambos sentidos, no vi a un solo policía. Imagino que en ese desorden habrá habido cualquier cantidad de asaltos y robos. Eso es salvajismo, puro y duro.
Los buenos guatemaltecos, que somos la mayoría, lo que más queremos es vivir en paz. Pagamos impuestos a sabiendas que no recibiremos mayor cosa a cambio, por no decir nada. Pero de eso a vernos expuestos a todo tipo de ataques a nuestra vida, propiedad y libertad, hay una gran distancia. Me pregunto ¿dónde estaba la autoridad para controlar el salvajismo? ¿Por qué se permitió que miles de personas arriesgáramos nuestra integridad física?
Lo que sí había, en abundancia, eran niños. ¿Los progenitores permitieron esto porque qué alegre celebrar a la patria? Luego nos preguntamos por qué hay tanta corrupción, violencia, robos, asaltos y un total irrespeto a la ley. No quiero ni pensar que alguno de esos salvajesvaya a ocupar una curul en el congreso o algún cargo público. El gobierno es demasiado grande y cualquiera que tenga “cuello” o “conecte” lo logrará.
El peor gobierno será el próximo. Por más promesas de campaña que hagan, sabemos de antemano que no cumplirán. Este salvajismo “cívico” es una muestra más que, aun pagando impuestos y cumpliendo con la ley, estaremos expuestos a las hordas, sean maras, ladrones de pacotilla o los políticos de turno. Como decía el inolvidable personaje de televisión, “¿quién podrá defendernos?”.