El círculo de piedras ubicado en Wiltshire, Inglaterra, que surgió a finales del Neolítico, hacia el año 3100 a.C. Durante siglos, su propósito y construcción han desconcertado a arqueólogos e historiadores.
Ahora, un nuevo estudio realizado por científicos de University College London y la Universidad de Aberystwyth aporta una respuesta diferente y sorprendente.
Los resultados, publicados en la revista Archaeology International, sugieren que pudo haber sido reconstruido en Inglaterra alrededor del 2620 al 2480 a.C y que las piedras fueron traídas desde distintas regiones de la isla para reflejar un esfuerzo colectivo de varias comunidades. En palabras del investigador principal, el profesor Mike Parker Pearson, el parque era un “símbolo monumental de unificación para los pueblos de Gran Bretaña, celebrando sus vínculos eternos con los ancestros y el cosmos”.
La construcción de Stonehenge no fue tarea sencilla, considerando que muchas de sus piedras no eran locales. Las grandes losas de arenisca conocidas como sarsens.
Este origen diverso de las piedras no es casual. Los investigadores creen que comunidades de estas regiones aportaron las rocas como un gesto de cooperación y unidad. En ese contexto, Stonehenge no solo representaría un lugar de culto, sino también un esfuerzo por crear una identidad compartida entre tribus dispersas.
El profesor Pearson destaca que el proceso de construcción de Stonehenge, lejos de ser un simple proyecto arquitectónico, era en sí mismo un símbolo de unificación política y cultural.