Es lunes por la mañana y nuestra ciudad amanece una vez más en un atasco interminable. La indignación e impaciencia es el mismo trago amargo diario. Motos a cada lado de carril rozando tu impaciencia reflejan el colapso vial por la ausencia de un transporte público funcional y un Estado con incapacidad sistémica para abordar el problema.

35 mil motocicletas al mes, más 12 mil vehículos usados y cuatro mil 500 nuevos. El colapso total es inminente.
Las estadísticas asustan. Según un reciente reportaje de Prensa Libre, la Ciudad de Guatemala ostenta la mayor densidad vehicular del país, con mil 815 vehículos por kilómetro de vía. Ningún otro municipio acumula tantos vehículos por tramo de asfalto. A esto se suma la avalancha de vehículos que ingresan al país cada mes: unas 12 mil unidades chatarra usadas y otras 4 mil 500 nuevas de agencia. Cada vehículo adicional compite por el mismo espacio, estrangulando una infraestructura que dejó de crecer hace décadas.

El fenómeno de las motocicletas es el nuevo dolor de cabeza. Según un empresario del sector, en Guatemala se venden unas 35 mil motocicletas nuevas al mes. Muchas motos son conducidas con desesperación para esquivar el tráfico, a menudo al margen de la ley. El mismo empresario estima que medio millón de motocicletas circulan sin placas, sobre todo en el interior, por problemas con el NIT. Además, muchos motoristas carecen de licencia; otros la compraron por Q1 mil en “escuelas” mafiosas de manejo…

La ausencia de autoridad en las calles completa este cuadro caótico, porque después de las 6:00 p. m. casi no se ven agente de Tránsito en la capital, y aun de día su presencia es escasa. Sin vigilancia, el irrespeto a la Ley de Tránsito se ha vuelto costumbre: motoristas zigzaguean entre vehículos, autobuses se detienen en cualquier sitio, automovilistas ignoran semáforos y límites de velocidad. La anarquía vial es la norma y la ausencia de autoridad, la regla.

Con el ritmo actual de crecimiento vehicular y una infraestructura tan limitada, el caos no solo es el presente, sino también el futuro inmediato. Así lo advierte el mismo empresario: de seguir esta tendencia, cada día será peor que el anterior. El tráfico lento de hoy será un bloqueo total mañana, porque la ciudad no puede absorber vehículos indefinidamente sin llegar a un punto de parálisis completa.

La situación es insostenible, y las consecuencias de tanta negligencia se sienten: horas perdidas en embotellamientos, productividad mermada, aire contaminado y una calidad de vida en deterioro. Ante este panorama, se requieren acciones inmediatas y contundentes de las autoridades. Tanto el Estado como la Municipalidad de Guatemala deben asumir su responsabilidad tras años de inacción: no pueden seguir permitiendo la importación indiscriminada de vehículos chatarra ni el crecimiento descontrolado del parque vehicular. La falta de un plan integral de movilidad urbana ha contribuido a este desorden generalizado. Es imprescindible ampliar de forma decidida el sistema Transmetro y la oferta de transporte público masivo. Nuevas líneas de buses articulados en rutas estratégicas y mayor frecuencia de paso podrían restar miles de vehículos de las calles.
Asimismo, se debe depurar el proceso de obtención de licencias de conducir y reforzar la presencia de la Policía Municipal de Tránsito. No hay solución mágica, pero la peor gestión es la que no se hace: cada día de pasividad hunde más a la ciudad en el colapso vial.
Si no lo ven como una emergencia, seguiremos condenados a vivir atrapados entre bocinazos, humo y desesperación.
