El senador republicano compara la situación con los blue-collar workers (trabajadores de cuello azul) respecto a cómo la industrialización mermó las labores de quienes solían ser obreros, mecánicos u operarios
Una sesión informativa sobre inteligencia artificial se llevó a cabo en el Congreso de Estados Unidos, donde especialistas de varias agencias explicaron a los congresistas y senadores qué avances y riesgos trae consigo esta nueva tecnología. Lo que salió de allí fueron mayores preocupaciones.
Y es que el desarrollo en este campo ocurre a una velocidad imposible de alcanzar para las normas internacionales. Es decir, la legislación se queda corta cuando se trata de la difusión de imágenes falsas sobre personalidades políticas y religiosas, así como plagios de voces y otras tantas particulares. Uno de los temores más grandes que existen —y que supera muchas veces el positivismo sobre este tema—, es la pérdida de empleos, ya que la inteligencia artificial podría cubrir a futuras tareas que hoy desempeña un humano.
Alguien que se hace eco de las advertencias es el senador Marco Rubio. No solo remarca que la IA es algo “trasnacional”, por ir más allá de los marcos regulatorios que pueda activar cualquier país, también destaca cómo las labores posiblemente automatizadas excluirán a los white-collar workers (trabajador de cuello blanco). Es decir, aquellos profesionales que trabajan en oficinas con puestos en administración, gestiones, etc. De hecho, hace la comparativa con los blue-collar workers (de cuello azul) y cómo la industrialización mermó las plazas de estos, quienes solían ser obreros, mecánicos u operarios de máquinas.
Es cierto que la inteligencia artificial abre un mundo de posibilidades para la especie humana. Significa dar pasos agigantados en todos los espectros: social, político e incluso económico. En EE. UU. hay exigencias para regular su uso en campañas electorales, porque después de todo “habrá quienes no quieran revelar qué es generado por IA”, razonó la representante Yvette Clarke.
Antes de esa declaración, un cineasta llamado Bennett Miller, artífice de filmes como “Capote” (2005), respaldaba una exposición de arte en Nueva York donde una veintena de obras creadas por inteligencia artificial colgaban de las paredes. “Estamos en un precipicio de transformaciones que desafían la imaginación y no parece haber adultos en la sala. Aunque el potencial para hacer el bien es extraordinario, no creo que nadie pueda entender por completo los problemas que estas tecnologías están creando”, dijo.
Es como si desde todas las áreas surgieran llamados a la cautela más allá de los beneficios que de primera mano muestran los distintos softwares. Por ese motivo, el senador republicano Marco Rubio presiona por medidas que protejan los estadounidenses de consecuencias negativas. Pone como ejemplo trabajador jóvenes, recién graduados de las universidades y con altos préstamos pendientes por pagar. Sin fuentes de empleo suficientes por la inteligencia artificial, probablemente ocurra “una mayor desestabilización y malestar social”. “No creo que nadie esté dedicando suficiente tiempo a hablar de lo disruptivo que será”, vaticina.
Riesgos de la tecnología “trasnacional”
Tema no menos importante es la relación de China con la inteligencia artificial. El empeño que quiere poner el régimen de Xi Jinping a esta tecnología quedó demostrado en un manual de instrucciones dirigido a los desarrolladores y publicado por la Administración del Ciberespacio.
Uno de los requisitos es “no subvertir el poder estatal” o “incitar a dividir el país”. Otro, indica que el contenido que generen los chatbots debe “reflejar los valores fundamentales socialistas”. Ahí es cuando comienzan los problemas, porque al ser una tecnología “trasnacional” como menciona el senador republicano, será más complicado frenar el expansionismo chino.
“Si ellos [China] piensan que hay una ventaja estratégica para que su país lidere esta tecnología al siguiente nivel, no les va a importar cuál es la ley de EE. UU.”, explicó Rubio en las declaraciones recogidas por The Epoch Times. Agrega que “esto no es algo sobre lo que tenemos el monopolio”.