Estoy convencido de que, a todos los guatemaltecos a quienes escuchar el Himno Nacional nos eriza la piel y nos causa fervor patriótico, nos gustaría votar por un candidato, hombre o mujer, que tenga plantón de presidente, como Arévalo. Que sea inteligente, recto, honrado, patriota y con dotes de estadista. Uno que entienda bien a la gente y sus necesidades, pero, por encima de todo, que sepa sacar a Guatemala de la pobreza y el subdesarrollo. Que conozca bien ese camino, que no se pierda. Que tenga el coraje y la determinación necesarios para los cambios profundos que habrá de hacer.

Tal aspirante a la presidencia debe contar con planes realistas, prácticos y cuyo costo pueda ser cubierto mediante ahorros que vengan de austeridad en el manejo financiero, reducción de la burocracia y eliminación de la corrupción. Sin nuevos impuestos ni aumento de los actuales. Sin aumentar la deuda pública. En eso, el nuevo gobernante debiera parecerse a Ubico, quien hizo mucho con poco.

El candidato debe contar con proyectos viables para conseguir que, al graduarse, los estudiantes sepan tanto o más que sus pares en otros países. Hay que dar prioridad al problema de la educación infantil sobre el de sus maestros. Deberá saber cómo enfrentar y resolver las dificultades nacionales en comunicaciones, salud, infraestructura pública, agua, energía y preservación de la pureza del aire.
Queremos elegir a alguien que sea implacable con los extorsionistas, los sicarios y los ladrones que llevaron luto a nuestras familias y malograron sus emprendimientos. El mandatario debe ser despiadado con los corruptos de cuello blanco que convirtieron a Guatemala en un Estado cuasi fallido.
Debe comprender que la excesiva burocracia, como ahora, entorpece la actividad productiva y estar dispuesto a reducirla por mitad en el Gobierno. Que en el Congreso queden solo 80 diputados, o menos, y que en vez de 340 gobiernos municipales haya solo 50. Para esa reforma profunda de la administración del Estado quisiéramos votar por un candidato con la determinación de Bukele, el presidente de El Salvador.
Lamentablemente, no podemos buscar a ese candidato ideal entre los aspirantes actuales, sin sufrir frustración. Allí no está. Tenemos… lo que tenemos. Es entre ellos donde habrá qué escoger.
Si se analiza a los 22 candidatos, no desde el punto de vista de lo que están ofreciendo hacer sino sobre lo que efectivamente han hecho, se encuentran razones para desechar a unos y evidencia válida para considerar a otros. Empero, se enfrentan dos problemas: Los datos que ofrecen algunos despierta sospechas (son casi angelicales). Por otra parte, las redes sociales inundadas con campañas negras, negrísimas, hacen pensar que están compitiendo para presidir la asociación de presos de Pavón donde hay que ser presidiario y gana el más perverso. Entre más alta sea la intención de voto atribuida a un candidato, mayores los cañonazos de desprestigio que le endilgan desde las redes sociales.
También está la información apoyada en gráficos estadísticos, misma que, aseguran, fue obtenida con encuestas. No se fíe de esos datos. A menos que la entidad que los ofrece esté poniendo en juego su prestigio institucional y que la empresa que hizo la investigación también sea conocida y bien reputada, uno debe desconfiar. Confío en las encuestas de Prensa Libre y Pro-Datos, porque ambas empresas ponen su prestigio en juego. Las demás, que conozco, nada dicen de quien las patrocinó.
Es de lamentar que, a diferencia de elecciones anteriores, esta vez Prensa Libre con Pro-Datos hayan hecho una sola encuesta cuyos datos, hoy, transcurridas siete semanas sólo tienen valor histórico. Desconfíe de encuestas que se presentan como hechas por firmas investigadoras internacionales prestigiosas, pero que no dicen quién las contrató. Podrían ser tan falsas como la que se presenta hecha por Cix Gallub.

Cuando están bien hechos, invariablemente, los sondeos ofrecen resultados confiables. Hay dos tipos de encuesta política: Aquellas cuyos datos se utilizan con fines internos, son hechas por encargo de un partido político (sus resultados no son publicados) y las que tienen como objetivo informar al público. Estas son hechas por encargo de un medio de prensa o una organización altruista. Tanto la empresa investigadora que hizo la encuesta como quien financió cerca de un cuarto de millón de quetzales para cubrir sus costos, son dados a conocer.
Cuando un candidato o un partido encarga una encuesta para informar a los electores, si los resultados le son adversos, no los pública… o los adultera. Engaña, y al hacerlo, incurre en una acción corrupta. Un político en campaña jamás habría sido escogido por Diógenes cuando, iluminado con una lámpara de aceite de oliva, buscaba a un hombre honesto.
Creo que el voto debe ser una expresión de honradez con uno mismo. Se debe votar por quien uno “siente” que es el mejor. Esa es la única forma como uno puede ganar. El triunfo no es necesariamente el del candidato. También entra en juego la autoestima del elector, saber que hizo lo correcto. Así, no importa si el candidato pierde. Es él quien perdió, uno no.
Hay una consigna electoral perversa que dice “No desperdicie su voto”. Usted no desperdicia su voto cuando lo entrega a quien cree que es mejor. Revise sus decisiones de voto en elecciones anteriores ¿Voto por el ganador? Y si así lo hizo ¿Ganó usted algo? ¿Cómo cree que le fue a nuestra Guatemala con esa persona en la presidencia? ¿En dónde está la ganancia si el nuevo Presidente resulta ser otro Giammattei, Jimmy, Pérez, Colom…?
