Todos sus huevos en una sola canasta, opinión de Fritz Thomas

Apple, ícono de la innovación tecnológica y diseño elegante, ha construido su imperio sobre una base que hoy se vuelve cada vez más incómoda: su profunda y compleja dependencia de China. En el libro Apple in China, un despliegue de periodismo investigativo, Patrick McGee del Financial Times explica con detalle cómo la empresa más valiosa del mundo se instaló en China para fabricar y terminó convirtiéndose en una pieza clave del ascenso geoeconómico del Partido Comunista chino.

Cómo la empresa más valiosa del mundo fue atrapada, lenta pero inexorablemente.
La historia comenzó en los años 90, cuando Apple buscando reducir costos, se asoció con fabricantes taiwaneses como Foxconn para aprovechar la mano de obra y la rápida expansión de la infraestructura industrial china. El sucesor de Steve Jobs al mando de Apple, Tim Cook, redobló la apuesta y en 2016 firmó un acuerdo de US$275 mil millones con el gobierno chino para impulsar la manufactura, capacitar trabajadores, invertir en infraestructura tecnológica y, en palabras ambiguas, “cooperar” en áreas sensibles. El gobierno chino facilitó incentivos fiscales y subsidios para la construcción de fábricas y escalar la producción a niveles sin precedentes.

Más de 95% de muchos productos Apple, incluyendo computadoras y accesorios, se ensamblan en China; producen cerca de medio millón de iPhones diarios. Foxconn, el principal contratista de Apple, opera megaplantas como la de Zhengzhou, conocida como iPhone City, que emplea a 300 mil personas. Apple subcontrata la mayor parte de sus operaciones de manufactura y tiene menos de 20 mil empleados directos en China, pero su cadena de suministro emplea a más de 1.5 millones de trabajadores. Se estima que en los pasados 15 años Apple ha capacitado a 28 millones de trabajadores chinos, impulsando decisivamente la evolución y refinamiento del entorno tecnológico.

19+ Thousand Apple China Royalty-Free Images, Stock Photos & Pictures |  Shutterstock

Este ecosistema —nutrido por inversiones anuales de más de US$55 mil millones de la empresa en manufactura y capacitación— ha generado efectos secundarios que hoy desafían a la propia Apple. Gracias a la transferencia de conocimientos técnicos, procesos de producción avanzados y estándares de calidad promovidos por Apple, empresas chinas como Huawei y Xiaomi han podido escalar y competir globalmente. Apple ha sido un catalizador del crecimiento tecnológico en China, pero también ha contribuido al surgimiento de competidores que ahora desafían su liderazgo.

Apple partners with Alibaba to sell AI-powered iPhones in China - Asia Times

McGee plantea que Apple no fue simplemente víctima de una trampa china, sino un agente activo de este proceso. En el camino de reducir costos para producir a escala masiva ha hecho concesiones que comprometen sus principios; accedió a eliminar aplicaciones que critican al régimen chino, restringe programas que eluden los sistemas de vigilancia y aceptó que los datos de usuarios chinos se guarden en servidores controlados por entidades estatales. La paradoja es evidente: una compañía que promueve valores como privacidad y libertad en Occidente, opera en China bajo las reglas de un régimen autoritario.

La relación entre Apple y China es una historia de simbiosis entre inversión masiva y dependencia estratégica. La empresa ha impulsado el crecimiento tecnológico chino, pero a costa de su propia independencia. Literalmente ha puesto casi todos sus huevos en una sola canasta, que la hace altamente vulnerable a las tensiones geopolíticas y al Estado chino. En Apple in China, el autor disecciona cómo la empresa más valiosa del mundo fue atrapada, lenta pero inexorablemente, por el poder del Partido Comunista chino. En palabras de McGee, Apple no conquistó China; fue China quien conquistó a Apple.