A lo largo de los años he expresado que “el nombre del juego político es dinero, siempre”. A esto se ha sumado el abuso, la corrupción, el control sobre nuestras vidas y decisiones, el poder y hasta la opresión. No solo en Guatemala hemos perdido libertades. En todo el continente, y el mundo, somos testigos de cómo los cantos de sirena engañan, una y otra vez, a los ciudadanos ávidos de servicios básicos, como salud y educación de calidad, con dignidad.
Vemos una y otra vez la implementación de medidas que, lejos de mejorar la calidad de vida, nos han empobrecido pues se crean más instancias gubernamentales para “ofrecer” una mejor atención a la población. Mientras más ocurrencias tienen los gobernantes, más control tendrán sobre una población ávida de tener una vida digna. Cada acción de estas nos quita libertad.
Este proceso electoral recién terminado en Estados Unidos nos da un rayo de esperanza. Después de todo, y a pesar de la administración demócrata socialista, ese país sigue teniendo hegemonía. Ya no está tan solo, pues cuatro años de debacle gubernamental les dio la oportunidad a otras potencias de colocarse en posiciones privilegiadas de poder y control.
A Donald Trump se le acusa de ser populista, mercantilista, egocéntrico y muchas cosas más. Lo sea o no, ya demostró que sí puede sacar adelante al otrora gran país y ubicarlo donde merece estar. Esperemos que así sea, pues estando a pocas horas de ese enorme centro financiero y de ciudades importantes para el intercambio comercial, lo bueno y lo malo nos cae “por añadidura”.
Tenemos ahora en Guatemala a un gobernante cuya ideología es quitarnos las libertades, endeudarnos “hasta los huesos”, agrandar el tamaño del ya enorme gobierno y tirar el dinero en planes fantasiosos que no son prioridad y que no se cumplirán. El dinero asignado llegará, como siempre, a las arcas personales de muchos. La expectativa es que terminaremos más pobres y menos libres.
Sin embargo, estando tan cerca del “país del norte”, deseamos recibir algo de la bonanza que esperamos se genere en estos próximos cuatro años y se derrame en Guatemala para generar prosperidad. Esto no se logrará si nuestro gobierno sigue creciendo, con nuevas “oficinas y dependencias” así como en el gigantesco despilfarro de dinero, que ya empezó. Ese insaciable deseo de control solo conduce a más pobreza, a costa del enriquecimiento de quienes dirigen este barco llamado Guatemala.
Deseo que esos aires de libertad sean fuertes y que, cual huracán, nos llegue e inunde de bienaventuranzas y de oportunidades que nos permitan vencer a esa marea roja y así poder labrar nuestro futuro, lleno de paz y de prosperidad para todos.
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