En Beijing, el vertiginoso giro de los acontecimientos está suscitando dudas sobre cómo afectará la campaña de paz de Estados Unidos a la alianza cuidadosamente forjada por el líder chino Xi Jinping con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y a las precarias relaciones de China con la administración Trump.
Ahora, Beijing no se encuentra ni involucrada en las negociaciones como aliada de Rusia ni como una voz de gravedad global –hasta ahora, al menos, dejada al margen de los rápidos acontecimientos que, según los observadores, han sorprendido a los funcionarios chinos– y les han hecho luchar por encontrar un lado positivo.