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Aranceles recíprocos, Opinión de Ramón Parellada

Conforme avanzan los días desde que se estableció el nuevo gobierno de Donald Trump, se va aclarando la verdadera intención de su política arancelaria. De acuerdo con un reciente artículo en el WSJ (Wall Street Journal) de Gavin Bade, titulado Lo que conocemos de las tarifas recíprocas de Trump, la política se basa en imponer “Aranceles recíprocos”. De alguna manera, esto podría desencadenar en una guerra comercial o en una baja aún mayor de aranceles en el mundo entero.

Una guerra comercial es lo peor que le puede pasar al mundo entero y Estados Unidos debe ser muy cuidadoso en no provocarla.

Los aranceles recíprocos implicarían igualar las tarifas arancelarias que otros países tienen con Estados Unidos. La realidad es que, entre sus principales socios comerciales, Estados Unidos mantiene, en su mayoría, tarifas promedio más bajas que ellos. Por lo tanto,  pretende imponer tarifas por país de acuerdo con las que estos tienen. Según la OMC (Organización Mundial de Comercio), en el   2024 el promedio simple de tarifas arancelarias de Estados Unidos era de 3.3%. El de sus principales socios comerciales era: México, 6.8%; Canadá, 3.8%; China, 7.5%; Alemania, 5%; Japón, 3.7%; Corea del Sur, 13.4%; Taiwán, 6.5%; Vietnam, 9.4%; Reino Unido, 3.8%; India, 17%; Países Bajos, 5%; Irlanda, 5%; Francia, 5%; Italia, 5%; Brasil, 11.2%.  Por aparte, Estados Unidos mantiene tratados de libre comercio con tres de sus grandes socios comerciales: Canadá, México y Corea del Sur. Según los datos, Estados Unidos tiene, en promedio, aranceles más bajos que el resto de los principales países con los que comercia.

¿Esto le da la razón para imponer aranceles más altos? Realmente no, pues todos estos aranceles ya se negociaron a través de la OMC, pero al hacerlo, Trump pone en riesgo la validez de esa organización. Lo ideal es seguir presionando a los demás países para que bajen sus aranceles, eliminen subsidios escondidos a ciertas industrias y productos agrícolas, así como algunos impuestos especiales a las importaciones, adicionales a los aranceles y barreras no arancelarias. Trump y su equipo de gobierno consideran que la forma de lograr un trato justo y equitativo es a través de “aranceles recíprocos”. Por ello, no es de extrañar que pronto Estados Unidos imponga aranceles equivalentes a los que tienen sus principales socios comerciales, no con una tarifa general uniforme, sino una que se aplique a cada país.

A primera vista, parece que Trump tiene razón, pero el mecanismo que va a utilizar solo traerá consecuencias no intencionadas. Los estadounidenses van a pagar más por los productos importados a los que se les impuso el arancel (aunque esto depende de las sensibilidades de la demanda y la competencia de otros países), y en menor escala, el Gobierno estará recolectando impuestos extra por los nuevos aranceles. Los socios comerciales corren peligro si entran en la guerra arancelaria. Si, como algunos ya han dicho, responden también con incrementos arancelarios, el resultado será empobrecer a su gente. Si son inteligentes, bajarán los aranceles e incrementarán el comercio. Esto sería genial para toda la población de los países que comercian entre sí, porque el ingreso real de las personas se incrementará al encontrar más productos, locales o importados, que compitan entre sí a mejores precios.

La forma en que Trump impondrá sus aranceles recíprocos será mediante órdenes ejecutivas, pero, al final, cualquiera que viole los acuerdos con la OMC tendrá que ser refrendado por el Congreso y el Senado. No puede estar legislando siempre con órdenes ejecutivas. Una guerra comercial es lo peor que le puede pasar al mundo entero, y Estados Unidos debe ser muy cuidadoso en no provocarla.