Durante la larga noche demócrata, nos dijeron que la diplomacia blanda, el diálogo interminable y las concesiones sin límites eran el único camino posible. Nos aseguraron que Estados Unidos ya no podía imponer su voluntad, porque su influencia no debería ser dominante. Sin embargo, bastaron unos cuantos aranceles y un poco de presión para que, de repente, todo empezara a cambiar.
![Estados Unidos retrasa un mes los aranceles a Canadá y México tras obtener compromisos fronterizos Estados Unidos pospuso por un mes la entrada en vigor de los aranceles a Canadá y México tras acuerdos sobre seguridad fronteriza con las máximas autoridades de ambos países.](https://e.rpp-noticias.io/medium/2025/02/03/352535_1700746.webp)
Los aranceles del 25% sobre México y Canadá, sumados al 10% sobre China, fueron recibidos con escepticismo. Sin embargo, apenas unas horas después, el gobierno mexicano, que hasta hace poco se mostraba reacio a reforzar su frontera sur, envió 10 mil elementos de la Guardia Nacional a contener el flujo migratorio. La diplomacia fuerte es efectiva.
El caso de Panamá es aún más interesante. Durante años, se dijo que la influencia china en América Latina era imparable, que la “Belt and Road Initiative” avanzaba sin obstáculos y que Estados Unidos poco podía hacer. Pero bastó la visita de Marco Rubio y un par de advertencias para que el presidente José Raúl Mulino decidiera abandonar el megaproyecto chino y revisar las concesiones portuarias otorgadas a empresas de Beijing. De repente, la soberanía del Canal de Panamá volvió a ser un tema de interés para Occidente.
Estos movimientos dejan claro que, cuando Estados Unidos actúa con firmeza, los resultados llegan. La presión económica, tan criticada por los defensores del multilateralismo sin dientes, ha mostrado ser más efectiva que cualquier cumbre diplomática con discursos grandilocuentes. Y si alguien aún tenía dudas, las señales para Rusia, China e Irán son inequívocas: Washington ha retomado el liderazgo y esta vez no está pidiendo permiso.
Vladímir Putin, siempre atento a las debilidades ajenas, deberá reconsiderar su estrategia. Si Washington puede torcer el brazo de sus socios comerciales en días, ¿qué le hace pensar que no hará lo mismo con Moscú?
Para China, la pérdida de Panamá es un revés estratégico y un recordatorio de que su influencia en América Latina no es tan sólida como parecía.
Para Irán, que ha aprovechado la debilidad occidental para expandir su red de aliados, la nueva postura estadounidense sugiere que los tiempos de tolerancia estratégica pueden estar llegando a su fin.
Más allá de las implicaciones globales, estas decisiones abren una ventana de oportunidad para Guatemala. Con una frontera extensa con México y una economía ligada al comercio estadounidense, el país tiene la oportunidad de alinearse estratégicamente con Washington y consolidarse como un socio confiable.
Con México bajo presión para endurecer su política migratoria, Guatemala puede convertirse en un actor clave en la contención del flujo migratorio y en un socio estratégico en seguridad. Esto le permitiría negociar mejores términos en acuerdos de inversión, acceso a mercados y cooperación en infraestructura.
Además, el distanciamiento de Panamá respecto a China crea un vacío en la región que Guatemala podría aprovechar, ofreciendo condiciones atractivas para el nearshoring de empresas estadounidenses que buscan reducir su dependencia de Asia.
A esto se suma el hecho de que, con la creciente disputa entre Estados Unidos y China, Washington buscará aliados regionales en quienes pueda confiar para proteger sus intereses estratégicos.
Guatemala, con su ubicación privilegiada y su relación comercial con EE. UU., puede posicionarse como un destino clave para inversiones en manufactura y tecnología. Si el país juega bien sus cartas, podría beneficiarse de tratados comerciales más favorables y una mayor cooperación en seguridad y desarrollo.
El mensaje ha sido enviado y recibido: Estados Unidos ha recuperado su rol como el centro de poder en Occidente. Sus decisiones han restablecido la credibilidad de su política exterior y han dejado claro que, cuando ejerce su liderazgo con determinación, los resultados son inmediatos.
En un mundo donde la percepción de debilidad puede ser fatal, Washington ha demostrado que sigue teniendo la capacidad de imponer su voluntad y definir las reglas del juego global.
Ahora le toca a Guatemala decidir si quiere aprovechar esta oportunidad o simplemente ver cómo otros la toman.
Es hora de actuar.
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