El retiro de Estados Unidos del acuerdo global de impuestos mínimos corporativos impulsado por la OCDE marca un giro drástico en las relaciones fiscales internacionales y plantea serias preguntas sobre el futuro de la cooperación económica global. Este pacto, firmado en 2021, tenía como objetivo establecer un impuesto mínimo del 15% para grandes multinacionales, buscando limitar la evasión fiscal y evitar una competencia desleal entre países. Sin embargo, la administración de Donald Trump decidió romper con este consenso global, calificando el acuerdo como un “Ataque a la soberanía económica de los Estados Unidos”.
Trump, fiel a su política de “América Primero”, advirtió que tomará represalias contra los países que apliquen impuestos más altos a las multinacionales estadounidenses. Entre las posibles medidas están los aranceles a las importaciones provenientes de economías con superávit comercial con Estados Unidos, una táctica que ya utilizó durante su primer mandato con países como China y México.
El argumento central de Trump es que el acuerdo limita la competitividad de las empresas estadounidenses y favorece a economías que dependen menos de las multinacionales. Sin embargo, este movimiento podría desencadenar una carrera hacia el fondo, en la que los países compitan entre sí para reducir sus tasas impositivas con el fin de atraer inversión extranjera directa. En el corto plazo, esto podría beneficiar a ciertas empresas, pero a largo plazo socavaría las bases fiscales de las economías globales, limitando la capacidad de los gobiernos para financiar servicios esenciales.
Matthias Cormann, secretario general de la OCDE, mencionó la importancia de la cooperación internacional para garantizar un sistema fiscal equilibrado que reduzca la doble imposición y proteja las bases imponibles de los países. “Aunque entendemos que cada gobierno actúa según sus intereses, el aislacionismo fiscal amenaza con desestabilizar la economía global”.
En el contexto de una economía global que se tambalea con los conflictos geopolíticos, esta estrategia podría servir como una herramienta para renegociar términos más favorables en acuerdos bilaterales. Sin embargo, el costo potencial es alto. La incertidumbre que genera este tipo de decisiones podría desincentivar la inversión extranjera y provocar tensiones comerciales con aliados clave, como la Unión Europea y Japón.
¿Se aferrarán las naciones al multilateralismo o seguirán el ejemplo de Estados Unidos, adoptando un enfoque más aislado? Una cosa es clara: el retiro de Estados Unidos cambia las reglas del juego, y las repercusiones se sentirán en las próximas décadas.
El retiro de Estados Unidos pone en jaque la efectividad del acuerdo de la OCDE, ya que su ausencia debilita el consenso global. Países como Francia y Alemania seguirán adelante con la implementación del impuesto mínimo, pero hacerlo sin la participación estadounidense podría resultar ineficaz, dado que muchas multinacionales tienen su sede en Estados Unidos.
Además, economías en desarrollo que confiaban en este acuerdo para evitar la fuga de capitales a paraísos fiscales podrían encontrarse en una posición más vulnerable. Sin un marco global sólido, es probable que estas naciones enfrenten mayores dificultades para recaudar los ingresos necesarios para invertir en infraestructura, salud y educación.
El abandono del acuerdo fiscal global por parte de Estados Unidos no es solo una cuestión de impuestos; es un reflejo de una visión más amplia de la administración Trump sobre el orden mundial. Al priorizar los intereses nacionales sobre el multilateralismo, la política fiscal de Trump podría redefinir cómo las naciones interactúan en un sistema económico globalizado.
El futuro de la cooperación fiscal global ahora parece incierto. Si bien otros países están decididos a mantener el acuerdo de la OCDE, la ausencia de Estados Unidos podría debilitar su implementación y eficacia. Al mismo tiempo, el aislamiento económico de Estados Unidos podría desencadenar represalias comerciales y tensiones políticas.
En última instancia, esta decisión deja al mundo ante una encrucijada: ¿Se aferrarán las naciones al multilateralismo o seguirán el ejemplo de Estados Unidos, adoptando un enfoque más aislado? Una cosa es clara: el retiro de Estados Unidos cambia las reglas del juego, y las repercusiones se sentirán en las próximas décadas.