Sabiduria milenaria que se mantiene vigente y que se demuestra una y otra vez. En política, resulta más que obligatorio recordar esta frase pues ese grupo poblacional, aquí y en el mundo entero, tiende a prometer el cielo en la tierra para lograr los votos necesarios que los ubicarán en puestos de poder.
Nos medio consolamos al ver que la llamada “clase política” es la misma en todo el mundo, con algunas, pocas, excepciones. Pero el consuelo no nos resuelve nada. Vivimos desencantados, enojados, temerosos decepcionados y quejosos. Es muy poco lo que podemos hacer para lograr que cumplan con sus promesas y, más aún, con sus obligaciones.
Tenemos ahora un personaje que llegó al poder de forma “sorpresiva”. Nunca conocimos sus promesas y ofrecimientos. Ya no importa pues sus obras, más bien, la falta de estas, demuestran la incapacidad y la falta de voluntad para resolver tanta problemática en nuestra vapuleada Guate.
Los diputados resultan ser igual. Votamos por listados con nombres desconocidos. Una vez sentados en su curul, empezamos a conocerlos por sus actos. Algunos presentarán propuestas y otros usarán y hasta abusarán del microscopio durante las plenarias. La mayoría abusará del cargo para conseguir “casas, carros, premios, puntos”, como decía un anuncio comercial de hace algunos años.
¿Y nosotros los ciudadanos, los mandantes? Nuestras obras en la cosa pública se reducen a quejarnos en redes sociales. A veces, estos reclamos logran algún cambio, pues sabemos que un buen “periodicazo” mueve la voluntad de los políticos.
Por nuestras obras nos conocerán quienes dirigen el país, el municipio, el juzgado y cualquier otra ubicación en el espectro público. Tenemos que hacernos escuchar. No llevamos ni un año completo y nuestra Guate es un caos. No quiero ni pensar en los tres años que faltan. Nos toca trabajar durísimo para cambiar el giro de este nuestro barco. ¡Por nuestras obras nos conocerán los mandantes!
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