125 mil millones en bonos del Estado es una ruta derechita al despeñadero de los países en bancarrota
Cuando de cada quetzal recaudado se toma una moneda de 25 centavos para darle servicio a la deuda, no hay que ser profeta para saber que Guatemala se dirige derechito al mismo despeñadero por donde han caído los países que no le ponen atención a la cantidad y calidad del gasto público.
El reportaje de Prensa Libre del lunes pasado, entrevistando a los representantes de los actores empresariales —que son los que al final pagan las planillas y generan los impuestos—, repiten la misma letanía de siempre: “no debemos gastar más de lo que nos entra, y si gastamos, que sea en inversiones, no en gasto”.
Todo lo anterior deviene por la aprobación de la Junta Monetaria (JM) para emitir Q25 mil 104 millones en bonos del tesoro para el ejercicio fiscal 2025, lo cual ha detonado una alarma en cuanto al riesgo que esta aprobación implica para la estabilidad macroeconómica del país.
Carmen María Torrebiarte, presidenta del Cacif, tiene razón al subrayar que “un déficit por encima del umbral recomendado desencadena presiones inflacionarias y compromete la estabilidad económica a largo plazo”.
Y aun cuando es técnicamente correcto insistir en que para mantener el déficit en un nivel seguro la economía debería crecer al menos un 5% anual, es algo, no solo poco probable en esta coyuntura geopolítica en donde por primera vez se escuchan cantos de guerra nucleares justo en medio de los países petroleros, sino también en medio de las elecciones más trascendentes de este siglo en los Estados Unidos, nuestro socio comercial más importante y el principal generador de remesas.
“El problema del socialismo es que se quedan sin el dinero de otras personas”. Margaret Thatcher
Todos sabemos que el problema no es solo el monto del déficit, sino a dónde se dirige el gasto. Más del 84% del presupuesto guatemalteco se destina a gasto corriente, dejando poco espacio para inversiones productivas. Esto perpetúa un ciclo perverso de baja ejecución y uso ineficiente de recursos. Año tras año, los fondos públicos se diluyen en un mar de opacidad y corrupción, como lo señalé en mi columna del pasado martes.
El espejo de Argentina y Brasil refleja las consecuencias de políticas fiscales irresponsables que debería llamar nuestra atención: altos déficits, inflación descontrolada y crisis de deuda. Por otro lado, Chile ha mantenido déficits bajos y priorizado la inversión en infraestructura, garantizando su estabilidad económica. Estos ejemplos muestran la importancia de una política fiscal prudente y con visión a largo plazo.
Tienen razón los entrevistados. Aumentar la deuda en estas condiciones implica hipotecar el futuro del país. Un servicio de deuda que consuma una parte significativa de los ingresos públicos limita la capacidad de inversión social y de infraestructura. Además, comprometerse a un déficit alto sin un plan claro afecta la calificación de riesgo país, encareciendo futuros financiamientos. Y en este nuestro país, de largo rezago político, donde el 35% del presupuesto se pierde en corrupción y mala ejecución, permitirse esos errores es jugar con fuego.
La emisión de Q25 mil 104 millones en bonos del tesoro puede cubrir el presupuesto de 2025, “por supuesto”, pero conlleva grande riesgos de vacas flacas.
Estimo que cuando los empresarios. banqueros, los Thinks Tanks y la ciudadanía pensante levanta una alerta porque se está poniendo en riesgo la estabilidad económica de Guatemala, hay que poner las barbas en remojo.
Mal pensado que es uno, no se puede negar que crear “mamatetas del Estado” ha sido la estrategia de todos los países que siguen los pasos del Club de Sao Paulo.
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