Estados Unidos sigue adelante con una elección más, una que promete ser tan divisiva como decisiva para el futuro del país
La imagen de la contienda electoral entre Kamala Harris y Donald Trump refleja la profunda polarización política que caracteriza a Estados Unidos hoy en día. Con Harris a tan solo 13 votos electorales de la mayoría requerida y Trump a 8, el país parece estar al borde de una elección decidida en los márgenes más estrechos. Sin embargo, esta aparente igualdad no es algo nuevo en el sistema estadounidense: el peso del Colegio Electoral y la influencia determinante de los “swing states”.
El sistema del Colegio Electoral fue concebido en el siglo XVIII para equilibrar el poder entre los estados más grandes y más pequeños, otorgando una voz proporcional a cada región. En teoría, este sistema busca que todos los estados tengan una representación equitativa en la elección presidencial. Sin embargo, en la práctica moderna, ha demostrado ser tanto una herramienta de representación como una fuente de distorsión democrática. En 2016, por ejemplo, Hillary Clinton ganó el voto popular por más de 2.8 millones de votos, pero perdió la presidencia porque Donald Trump obtuvo más votos en el Colegio Electoral.
En 2024, la historia podría repetirse. Harris y Trump están en una pugna reñida, no por el apoyo popular, sino por tres estados claves como Pensilvania, Nevada y Georgia. Este enfoque estratégico en ciertos estados pone en evidencia cómo el Colegio Electoral permite que las campañas ignoren vastas áreas del país para concentrarse donde el voto está dividido, dejando a millones de votantes en estados “seguros” sin una representación efectiva en el proceso electoral.
En elecciones tan cerradas, los estados clave se convierten en el campo de batalla definitivo. Estados como Pensilvania, que históricamente han oscilado entre partidos, son el blanco de la estrategia electoral de ambos candidatos. En el contexto actual, Pensilvania representa uno de los escenarios más complejos: mientras su área rural tiende a ser conservadora, sus áreas urbanas, como Filadelfia, son bastiones demócratas. Esto obliga a los candidatos a diseñar mensajes que puedan resonar tanto en el votante de las ciudades como en el de las áreas rurales, a pesar de sus marcadas diferencias. En elecciones recientes, Pensilvania ha sido decisiva y este año no parece ser la excepción.
La imagen de Harris y Trump luchando voto a voto en el Colegio Electoral no es solo un reflejo de las preferencias políticas de Estados Unidos, sino una muestra de las complejidades de su sistema electoral.
Los estados clave también ilustran la división interna del país. En Arizona y Georgia, por ejemplo, el crecimiento de la población latina y urbana está modificando la dinámica política, convirtiéndolos en estados menos previsibles y más disputados en cada ciclo electoral. Este cambio demográfico trae nuevos temas a la mesa: desde políticas de inmigración hasta derechos laborales y reformas educativas.
La polarización en Estados Unidos no es un fenómeno nuevo, pero ha alcanzado niveles críticos. Según encuestas recientes, tanto demócratas como republicanos ven al partido opuesto no solo como un rival político, sino como una amenaza para el país. Esta desconfianza mutua se alimenta de campañas polarizantes, retórica incendiaria y una cobertura mediática cada vez más segmentada.
Además, esta polarización tiene efectos directos en el funcionamiento del gobierno. Con un Congreso dividido y un electorado fragmentado, la posibilidad de llevar a cabo reformas significativas se reduce. Asuntos tan críticos como la reforma migratoria y el sistema de salud quedan en segundo plano, mientras los partidos se centran en obstruir al contrario en lugar de legislar en beneficio del pueblo (¿coincide con Guatemala?).
La imagen de Harris y Trump luchando voto a voto en el Colegio Electoral no es solo un reflejo de las preferencias políticas de Estados Unidos, sino una muestra de las complejidades de su sistema electoral. Mientras tanto, Estados Unidos sigue adelante con una elección más, una que promete ser tan divisiva como decisiva para el futuro del país.
La opinión de este artículo es ajena a Noticiero El Vigilante