Hoy, su consumo elevado está vinculado a complicaciones de salud. En promedio, las personas ingieren alrededor de 8,4 gramos de sal al día, lo cual supera la cantidad recomendada de 6 gramos. Este exceso contribuye a la hipertensión y afecta negativamente la salud intestinal, según estudios recientes.
Un estudio publicado en Nature observó que, al aumentar la ingesta de sal a 14 gramos diarios, se redujo la presencia de lactobacilos, microorganismos clave para la producción de ácidos grasos de cadena corta, que contribuyen a reducir la inflamación y relajar los vasos sanguíneos. Cuando estos procesos se alteran, la presión arterial tiende a aumentar.
En estudios con ratones, se observó que una dieta alta en sal afecta al cerebro y disminuye la capacidad de aprendizaje y memoria. Estos efectos parecen relacionados con la reducción de microbios beneficiosos en el intestino, como los bacteroidetes y proteobacterias, que desempeñan un rol crucial en la salud cognitiva y el equilibrio microbiano.
Además, el consumo elevado de sal afecta la regulación del apetito. La sal interfiere con la liberación de GLP-1, hormona intestinal que controla la saciedad. Este fenómeno podría llevar a sentir más hambre.
Una dieta alta en sodio reduce la cantidad de bacterias beneficiosas, como Lactobacillus, mientras que la disminución de sodio incrementa la producción de compuestos antiinflamatorios que mejoran la salud metabólica.