La teoría del gran remplazo: los europeos se están convirtiendo en minoría, opinión de Alfred Kaltschmitt

He estado estudiando el tema de la migración en Europa desde hace algún tiempo. El cambio es irreversible.

Desde la perspectiva de ser hijo de migrantes, abordo esta columna con un conocimiento personal y directo de las virtudes y desafíos que conlleva el fenómeno migratorio. Y lo hago desde dos trincheras: la del periodismo y la investigación social.

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Esto me llevó a iniciar un proyecto de investigación que aborda la migración no desde Guatemala, sino desde Europa, donde se ha producido un fenómeno de reemplazo demográfico que ya no es especulación, sino realidad. Se confirma lo que autores como Samuel Huntington, y luego Renaud Camus, advirtieron hace años: el llamado “Gran Reemplazo”. Es decir que el influjo migratorio acabaría por superar a los propios nativos en términos demográficos.


Hoy se confirma. Ciudades como Bruselas, Malmö, Ámsterdam y Seine-Saint-Denis muestran, con datos oficiales, que los europeos ya son minoría.

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Lo inquietante no es solo la velocidad del cambio, sino el silencio institucional que lo rodea. Los datos son ahora indisputables. Las fuentes son Eurostat, INED, Pew Research o SCB, que documentan el fenómeno con absoluta claridad.

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Pero se ha generado otro problema adicional: ya no es políticamente correcto hablar del tema. La censura moral ha reemplazado al pensamiento; la corrección política y al análisis riguroso.

Como investigador —y con familiares en Alemania— he observado directamente barrios transformados, servicios colapsados y escuelas donde ya no se habla la lengua del país. Esa Europa que fue, está dejando de ser. Mis investigaciones me condujeron a autores como Douglas Murray, Éric Zemmour y Eva Vlaardingerbroek, y a datos duros provenientes de instituciones y tanques de pensamiento que rara vez figuran en el debate público. Porque hoy, en la Europa oficial, decir lo evidente se ha vuelto el nuevo extremismo.

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Bruselas insiste en un modelo tecnocrático que mide la migración en términos fiscales y defiende su supuesta contribución neta a largo plazo. Pero ignora el tipo de migrante, los costos sociales y las tensiones culturales. Se afirma que los migrantes aportan más de lo que reciben, sin contar las escuelas saturadas, hospitales rebasados ni comunidades fragmentadas.


El único líder que ha desafiado esta inercia es Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Cerró fronteras, impulsó la natalidad con incentivos económicos a parejas jóvenes y detuvo la caída demográfica. Su discurso, sin embargo, ha sido demonizado.


Ya no se discute si el reemplazo vendrá. Ya está ocurriendo. La verdadera cuestión es si quedará algo reconocible de la Europa de antes.
Mientras tanto, quienes diseñaron este modelo siguen permitiendo el ingreso diario de miles de migrantes, sin criterios de selección adecuados, a cambio de millones de votos futuros y el poder que ese desequilibrio les garantiza.


Es doloroso, casi trágico, para los pueblos originarios ver cómo, en nombre de la tolerancia, están siendo desplazados —cultural, política y demográficamente—. Ser gobernados por quienes un día acogieron no es solo una inversión demográfica irreversible. Es una herida histórica. Ya no se trata de si el gran reemplazo está por venir.


Es que ya vino. Y ya es tarde.

Alfred Kaltschmitt
Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.