En Perú, una reciente decisión del gobierno ha desatado una ola de preocupación a nivel nacional e internacional. El Ministerio de Cultura anunció la reducción en un 42% del área protegida que resguarda las famosas Líneas de Nazca, una joya arqueológica declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La medida, oficializada el pasado 30 de mayo, recorta la reserva de más de 5.600 a poco más de 3.200 kilómetros cuadrados, una pérdida equivalente a 1.400 campos de fútbol. Las autoridades aseguran que este ajuste se basa en estudios arqueológicos actualizados y que no compromete el estatus del sitio ni su zona de amortiguamiento.

Sin embargo, arqueólogos, conservacionistas y expertos en medio ambiente no comparten esa tranquilidad. Advierten que la reducción expone áreas vulnerables a la minería informal, una amenaza creciente en la región. El exviceministro de Ambiente, Mariano Castro, alertó que la decisión “elimina protecciones precisamente donde la actividad extractiva está creciendo”, y que esto puede generar “riesgos muy graves y daños acumulativos”.

La UNESCO, por su parte, confirmó que no ha sido notificada oficialmente sobre este cambio y ha solicitado explicaciones al gobierno peruano.
Las Líneas de Nazca, grabadas en el desierto hace más de mil años, no solo son un enigma arqueológico, sino también uno de los ecosistemas desérticos más frágiles del país. Su preservación es clave no solo para el Perú, sino para toda la humanidad.
