No es la única crisis que tenemos en nuestra Guate, pero, a mi criterio, es la que ocasiona, o por lo menos incide fuertemente, en las demás que tenemos actualmente.
Empecemos por el principio: el presidente. Se supone que esa figura representa la unidad nacional. Nada más lejos de la actualidad. Tenemos a un personaje que lleva una sombra en la espalda llamada “fraude”. Nunca se aclaró ni mucho menos se demostró si era real o no. Por lo tanto, la figura presidencial actual se mueve con esa sombra sobre su espalda, restándole credibilidad.
La unidad nacional que, de acuerdo al artículo 182 de la Constitución, representa el presidente, ha quedado en el olvido, por no decir en el basurero. Esa unidad no es más que letra muerta, pues todo lo mencionado anteriormente demuestra que los guatemaltecos estamos “sin cabeza”.
Así las cosas, quien tiene un poco de retórica, sea positiva, negativa, verdadera o falsa, ha asumido la representación de grupos que, “sin qué ni para qué”, se suman a movimientos que no tendrán mucha vida, pero que logran “alborotar el hormiguero” y generar desorden. Peor aún, fomentan el desprecio y hasta el odio hacia quienes dirigen el país, léase el presidente y los diputados.
La población, aquí y en casi cualquier país, ve al presidente como la cabeza, aun si solo es un adorno, pues la representatividad la ostenta, como ya hemos mencionado, grupos o personas individuales que tienen “buen párrafo” y muchos intereses en generar ingresos para sí mismos y artículos en los medios de comunicación. Ya hemos visto, además, que aquellos que han ocasionado caos y confrontación en el pasado, ahora son diputados u ostentan algún cargo público, aunque sea de bajo rango, en algún lugar en ese aparato amorfo y podrido llamado gobierno.
Es realmente difícil generar negocios lucrativos que sirvan para generar riqueza a sus propietarios y a quienes laboran para ellos. El desempleo es alto y la informalidad lo es aún más. ¿Quién quiere pagar impuestos cuando ve que los funcionarios y los políticos “llevan agua a su molino” en vez de invertirlo en salud curativa y preventiva, carreteras, educación digna y actualizada, entre tantas otras necesidades que tiene nuestro país? Aun así, los millones de quetzales llegan a las arcas públicas y salen hacia destinos desconocidos.
Todo lo anterior se suma a los privilegios que tienen los sindicatos y los grupos de choque que, “milagrosamente” suspenden su lucha después de reunirse con el funcionario que les resolverá, con dinero y privilegios, sus reclamos.
Así las cosas, la representatividad está en crisis constante, pues ha caído en manos de quienes destruyen lo que tocan, sean funcionarios, sociedad civil, sindicatos, o cualquier otro que quiere “su momento bajo el sol” para pasar a formar parte de esa nefasta representatividad.
¿Aún nos preguntamos por qué nuestra Guate no funciona como debería? Los que sí representamos a Guatemala somos los empresarios y trabajadores, formales e informales, que tenemos claro nuestros objetivos: una vida digna y próspera en beneficio de nuestro círculo familiar y social.
