Durante mucho tiempo, las funciones religiosas de las mujeres en el budismo del Himalaya han estado restringidas. Un grupo desafía las normas y costumbres establecidas con artes marciales y activismo medioambiental.
Mujeres, arte marcial, y religión. Monjas budistas de entre nueve y 52 años llegan al monasterio Amitabha Drukpa para conocer la disciplina del kung fu.

Vienen de todo Nepal, pero también de India, Tíbet y Bután confiando en que este arte marcial les ayudará a ser mejores budistas.

Todos los días, cambian sus túnicas marrones y los estudios filosóficos por una intensa sesión de 90 minutos de golpes, gritos y patadas altas.
Hoy, las monjas drukpa no solo practican kung-fu, sino que también lideran oraciones y caminan durante meses en peregrinaciones para recoger desechos plásticos y concientizar a la gente sobre el cambio climático.

Las monjas se han vuelto muy conocidas tanto en Nepal, de mayoría hindú con cerca del 9 por ciento de budistas, como más allá de las fronteras del país.
